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¿Qué sentimos al tomar una decisión importante?

Con cada amanecer, le damos la bienvenida a la cotidianidad y empezamos a tomar decisiones como, qué desayunar, qué usar, qué red social revisar, etc.; muchas veces sin poner atención. En general, hemos aprendido a decidir dentro de la «rutina». Así transcurren nuestros días, hasta que de repente sucede algo que nos saca de la misma y nos exige reflexión.

De pronto, nuestra “rutina” se ve alterada y ponemos atención en el desafío, reto o incluso la oportunidad que se presentó porque requiere de una decisión. Empezamos a razonar, recurriendo a nuestros conocimientos, estrategias y experiencias, con el fin de elegir una opción para tener una respuesta o realizar una acción; llegando algunas veces a considerar las consecuencias en el momento inmediato y/o en el futuro. De esta manera empieza a desarrollarse en nosotros un proceso mental en el que además, intervienen nuestras emociones y sentimientos.

Para Damasio (2021), razonar y decidir pueden ser actividades arduas, pero lo son especialmente cuando ello tiene que ver con nuestra vida personal y su contexto social inmediato. Dentro del dominio personal y social, decidir bien es seleccionar una respuesta que será ventajosa para el organismo en términos de su supervivencia y de la calidad de dicha supervivencia, directa o indirectamente. Decidir bien también significa decidir prontamente, en especial cuando el tiempo es indispensable y, al menos, decidir en un marco temporal que se estima apropiado para el problema inmediato (pp. 237 – 238).

Y es que en cada uno de nosotros existe el deseo de tomar la decisión que mejor responda a nuestras necesidades o como señala Damasio la más ventajosa; pero sabemos que la vida tiene sus vicisitudes y por ello la incertidumbre, el miedo, la impulsividad, la complejidad de los problemas personales y sociales, etc., pueden interferir. Frente a ello, corresponde preguntarnos: ¿somos conscientes de lo que sentimos en el momento de tomar una decisión que consideramos importante?

Para comprender la complejidad que representa para nosotros, quizás, podemos recordar algún momento en el que sentimos ira o enojo, ese preciso instante en el que la impulsividad nos capturó sometiéndonos en su juego de reacciones rápidas y desmedidas. Ese «juego» que muchas veces nos llevó a tomar decisiones impulsivas que luego nos condujeron al arrepentimiento. Lamentablemente, a varios nos ha sucedido algo así. Pero antes vamos a ver, cómo se produce el enojo o la ira y cuáles son sus efectos.

Para Bisquerra (2015) nos enfadamos o sentimos ira, en mayor o menor medida, por dos razones: 1. Cuando las cosas no suceden como queremos, y 2. Cuando alguien no nos trata como creemos que nos merecemos. Ello nos produce la sensación de injusticia y el deseo de eliminarla. En ese contexto, al sentir ira no razonamos de manera eficaz y eso repercute en la respuesta conductual posterior. Es decir, la ira activa los mecanismos de autodefensa y ello puede derivar en comportamientos agresivos que pueden desatar la violencia (pp. 48 – 49). Es decir, cuando estamos con ira o enojados nos volvemos más instintivos y disminuye nuestra capacidad de razonamiento.

Ahora que quizás has recordado algún momento en el que sentiste ira o enojo y sus consecuencias, podrás notar lo que señala Bisquerra respecto de la afectación de nuestro razonamiento. La sugerencia es evitar tomar decisiones en ese estado. Es cierto que llegar a ser conscientes de ello puede resultar una tarea muy difícil; sin embargo, tenemos la posibilidad de identificar la emoción de la ira, así como cualquier otra, a través de las sensaciones de nuestro cuerpo.

Recordemos que la mente y el cuerpo están conectados y gracias a ello podemos aprender a relacionar nuestras emociones con las sensaciones físicas que experimentamos. Para continuar con nuestro ejemplo, en el caso de la ira podemos tener diferentes sensaciones, como: palpitaciones, sudor, calor corporal, sonrojo, tensión en los músculos, respiración acelerada, etc. En ese sentido, si ponemos atención a nuestras sensaciones, estaremos dando un primer paso para notar que la emoción de la ira nos está visitando o incluso invadiendo y que no es el momento adecuado para tomar una decisión. En esto consiste el autoconocimiento y la autorregulación.

Por lo tanto, para sorpresa de algunos, tomar decisiones no se reduce al razonamiento o entendimiento, las emociones también están presentes, nos acompañan y podemos ser conscientes de ellas a partir de las sensaciones corporales. Observar nuestro sentir es un primer paso para conocernos e ir aprendiendo a identificar y reconocer nuestras emociones.

Entonces, responder a la pregunta que formulé líneas arriba: ¿somos conscientes de lo que sentimos en el momento de tomar una decisión que consideramos importante? Es una tarea personal que requiere de esfuerzo, y si bien puede llevarnos la vida entera, les aseguro que vale la pena intentarlo.

Referencias:

Bisquerra, R. (2015). Universo de Emociones. Editorial Palaugea Comunicación S.L.

Damasio, A. (2021). El Error de Descartes. Editorial Planeta.

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