Cuando la emoción “captura” a la persona.
Al decir mente, quizás la primera palabra que aparece es pensamiento. Mente y pensamiento están íntimamente relacionados; sin embargo, la mente incluye otras funciones que tienen una importante influencia en la vida, vamos a referirnos a dos de ellas: la imaginación y la memoria.
Empecemos preguntándonos ¿Qué papel juegan los pensamientos, la imaginación y la memoria en los estados de ánimo? Para intentar responder, en primer lugar debemos tener una idea sobre qué entendemos por cada uno de ellos.
Brevemente, podemos decir que los pensamientos son procesos mentales mediante los cuales las personas desarrollan sus ideas y representaciones de la realidad; son energía, información, datos, recuerdos y creencias relacionándose entre sí.
La imaginación es una actividad habitual que nos permite a través del pensamiento explorar posibilidades; con la imaginación creamos pero además recreamos (la evocación del pasado), es decir, la imaginación depende de la memoria, ya que imaginamos cosas que están compuestas por elementos conocidos.
Los estados de ánimo, como su nombre lo indica, son un estado, es decir, una forma de permanecer en una emoción de manera prolongada y constante.
Así las cosas, existe una relación estrecha entre el pensamiento, la imaginación y la memoria, podemos decir que se conectan a partir de las experiencias previas. Eso que llamamos pasado.
Existen casos en los que el pasado deja un aprendizaje ya que se recuerdan experiencias con el fin de no cometer el mismo “error”. No obstante, también hay casos en los que se vive del pasado. Entonces, ¿qué sucede cuando el pasado que causa malestar empieza a asomarse con insistencia?
En esos casos, donde los pensamientos evocan el pasado haciendo uso de la memoria y la imaginación, para traer frecuentemente emociones displacenteras como el miedo, la rabia, la tristeza, los celos, el asco, el enojo, la vergüenza, la desconfianza, la culpa, la confusión, la irritabilidad, etc; se podría estar ingresando sin darse cuenta a determinados estados de ánimo.
Líneas arriba señalamos que los estados de ánimo son una forma de permanecer en una emoción de manera prolongada. En ese sentido, podemos afirmar que simbólicamente se produce algo parecido a una “captura”, es decir, la emoción se vuelve intensa porque se evoca constantemente en determinadas situaciones lo cual termina capturando a la persona hasta poseerla.
Por ejemplo, el estado de ánimo de confianza brinda la posibilidad de acercarse a las personas para coordinar y aprovechar las oportunidades que se presentan. Mientras que el estado de ánimo de desconfianza, propicia todo lo contrario, es decir, el alejamiento, cuya consecuencia es la dificultad para establecer vínculos y relacionarse adecuadamente. Así también, existen otros estados de ánimo, como el resentimiento (cuando interpretamos que hemos sido víctimas de una acción injusta y vivimos culpándonos o a los demás), la resignación (cuando no es posible realizar un cambio, la opción es rendirse), el entusiasmo (cuando es posible que las cosas sucedan y se intentan), etc.
De tal manera que, permanecer atrapados en una emoción conduce a un estado de ánimo que tiene influencia sobre nuestras decisiones y acciones. La vida empieza a vivirse desde esa mirada, y de acuerdo al estado de ánimo en el que nos encontremos algunas acciones serán posibles y otras no.
En este caso, nos estamos refiriendo a los estados de ánimo que nos restan posibilidades, como la desconfianza, el resentimiento, la resignación, entre otros. Para Calle (2017) la memoria y la imaginación mal utilizadas y fuera de control causan mucho dolor, neurosis y tendencias patológicas, en tanto que bien controladas y dirigidas son de gran ayuda e importancia. Hay que aprender a refrenar la memoria negativa que provoca nostalgias, abatimiento o desmotivación y saber servirse de la memoria selectiva; asimismo hay que encauzar la imaginación y prevenirse contra esa imaginación negativa de inciertas expectativas del futuro que causan ansiedad o anticipan calamidades o en ver las cosas como uno quiere o teme que son, pero no como son (p. 30-31).
Una manera de hacer frente a ello, es transitar el camino del autoconocimiento.
En ese sentido, un primer paso es observar los estados de ánimo, es fundamental reconocerlos para identificarlos, es decir, ponerles nombre. Luego que se hayan identificado, darse cuenta de las explicaciones o justificaciones que se han creado a partir de la existencia del mismo, así como qué creencias ha introducido ese estado de ánimo en la manera de vivir; volviendo al ejemplo de la desconfianza, una creencia podría ser: “mejor no confío en nadie”. Entonces, una vez identificada la creencia, cabe preguntarse: ¿a partir de qué situación se creó? y ¿puedo realizar algunas acciones (de menos a más) para empezar a desafiarla?
Ya sea a través de un proceso personal o pidiendo ayuda, existe la posibilidad de ir cambiando los estados de ánimo.
Igualmente, otras actividades físicas como caminar, andar en bicicleta, correr, nadar, bailar, descansar, etc; o de distracción como ver una película, conversar, cantar, etc; pueden ayudar. Lo importante es aprender, es decir, ir conociendo qué es útil para conseguir cambios en la emocionalidad con el fin de procurar no caer en estados de ánimo que producen dolor o paralizan.
Referencias:
Calle, R. (2017). El Gran Libro de la Meditación. Editorial Planeta S.A.